¿Quedan españoles en España?





Que una notable cantidad de vascos –ni tantos como ellos creen, pero más de los que se piensa en otras zonas de España–, no se sientan españoles, creedme, ese no es el problema

Que intereses bastardos de políticos –estos, para vergüenza nuestra, SÍ españoles–, hayan permitido, cuando no directamente favorecido, que otros delincuentes con sus camarillas mediáticas y "culturales", hayan modelado la voluntad de más de tres generaciones de catalanes, condicionándolos con un implantado nazionalismo –sí, con "Z", por ser más racista que otra cosa– sectario, adormeciéndoles cualquier posibilidad de sensibilidad para otros asunto, mucho más importantes, como recortes en prestaciones sociales, llegando a imponer criterios de eutanasia pasiva, como lo es el no "gastar" en enfermos más o menos terminales, y derrochar a manos llenas –mucho más que el dinero recortado– en propaganda y subvenciones para difundir ese etno-nazionalismo, y de paso, llenarse los bolsillos, por si las cosas no les salen como tienen previsto, que estos golfos no dejan nada al albur, tampoco ese es el problema.

El problema es que no tenemos ni puta idea de cuántos "españoles", algo más que simples pobladores, quedan en el resto de España y en las regiones mencionadas.


Para aclararnos, veamos si somos capaces de saber qué es ser español. Comencemos admitiendo que nadie elige dónde nacer; incuestionable y contundente. Ni tampoco, en el seno de que familia y/o clase social, hacerlo, por lo que habrá que colegir que el ser más o menos español, como lo es, ser más o menos francés, de poder ser condicionado con carácter previo al ver la luz, lo sería únicamente por la genética de nuestros progenitores. 

Habiendo nacido en Andalucía, donde abundaban las familias numerosas de siete o muchos más hermanos, tuve ocasión de observar que dicho condicionamiento genético, aunque sin duda influyente en el tono general de la prole, no era el gran determinante de lo cada uno resultaremos ser.

Como tampoco resultaba inequívocamente determinante, el entorno, amistades, educación, etc. Sin duda, cada uno de estos ambientes de influencia, aportan su carga socio-cultural, pero ninguna, per se, justifica lo que finalmente somos.

Por tanto tiendo a considerar que sentirse español o irlandés tiene que ver más con un mix de influencias adquiridas de lo que se observa en el hogar, en la Educación (el sectarismo de unos profesores; el peor daño recibido), del círculo de amistades, de las opciones de salida personal y profesional. Quizás, me olvido de alguna de éstas causas externas.

Pero es en la capacidad de observar, procesar, analizar todo esto que nos viene desde fuera, en el juicio crítico que extraigamos de todo esto, el interés en buscar y analizar otras opciones diversas, y en confrontarlas todas, en donde se conforma definitivamente nuestro comportamiento adulto.

He dejado de mencionar hasta el momento, las carácteristicas que, en mi opinión, más nos definirán ante una sociedad sana: La ética y los valores (sean morales o sin calificar). Estos son los auténticos forjadores del carácter, junto con la capacidad de esfuerzo y superación personal. Qué duda cabe que en la formación de estos principios éticos, valores, capacidad de esfuerzo y capacidad de superación personal, influyen muchísimo el ejemplo familiar, el comportamiento de educadores y nuestro entorno inmediato. Pero no son determinantes al 100% del carácter individual. Si los hemos tenido, y buenos, habremos andado una gran parte de camino, pero sin garantizar nada. 

Por contra, quien partiendo de una posición semi-excluyente, de mínimo apoyo positivo familiar, educativo y amistades, teniendo todas las papeletas para ser un tarambana, es –en base a su voluntad, su ética y su capacidad de juzgar la realidad que le rodea–, finalmente decide, se esfuerza y consigue ser ejemplo ciudadano, esa persona tiene todos mis respetos. Y he conocido a algunos de estos.

¿Y qué tiene esto que más parece un prontuario para clasificar entre buenos y malos ciudadanos, con ser y sentirse español?

Pues comprender que aquellos elementos que ayudan a esculpir nuestro carácter, son los mismos que nos hacen sentirnos españoles, o no. Ser, sentirse español, no puede ser, ni me refiero al, accidente de nacer en España, o en el seno de una familia española. Es mucho más.


Y es verdad que podemos sentirnos españoles, de muy diversas formas. Desde los que, dejándose llevar por la euforia del momento (ej.: la Final del Mundial de Fútbol) no tienen el menor recato en darse un emotivo baño de españolidad, aún cuando al poco, retorne a su nacionalismo o regionalismo identitarios; hasta el que usa la idea de España, más como insulto a otros, que como sentimiento de sano orgullo.

Y ese sano orgullo, conlleva aceptar lo bueno y lo malo de nuestra Historia, potenciando lo bueno y reparando, según nuestras posibilidades, lo malo. Pero asumiendo que fue nuestra gente, españoles como nosotros, los que alcanzaron esas cotas de grandeza y esas simas de villanía. Contextualizando que aquellas acciones se realizaron en un momento histórico en el que los valores y las circunstancias eran ciertamente diferentes.
 

En estos días, en que hemos vuelto a ser elegidos Miembro de Consejo de Seguridad de la ONU (asunmiendo el actual desprestigio del tal órganismo), me he sorprendido al observar las reacciones de muchos e inteligentes amigos: "que si ya sabemos el nivel de dónde hemos entrado junto con, nada menos que, Venezuela"; algunos que hasta hace bien poco, parecían los cabos gastadores de Ejército Israelí, ahora callan ante la heróica resistencia de los kurdos en el Norte de Siria, asediados por los asesinos de IE, y negándoles cualquier ayuda desde Turkía.
 

Otros son incapaces, y muchos acomplejados, de identificarse con España. No es que hablemos –merecidadmente– pestes de nuestros políticos o del sistema judicial, sino que hemos llagado al punto de, estúpidamente, aceptar que somos incapaces de hacer algo bien. Al parecer no existe nada que merezca un puntito de orgullo patrio, ni los misioneros que se entregan a los más necesitados, ni la auxiliar de enfermería Teresa Romero, voluntaria, que si enfermó ha sido "por su voluntad", ni la silenciosa acción de nuestras Fuerzas Armadas, en labores de paz, etc.  

¿No hay nada que nos proporcione ese puntito de orgullo español?
 

Del otro lado están los que –bien es cierto que sin decirlo abiertamente, porque lo contrario sería delatar que sus intereses no son patrióticos, sino de casta–, tratan de poner sordina a cualquier denuncia o manifestación social, vergonzante para ellos, por participar y para nosotros, por callar. Casos como EREs, Güertel, ITVs, despidos en UGT y CCOO, el saqueo de las Cajas de Ahorros y la gestión de la crisis del Évola; los "avisos u olvidos" de la Agencia Tributaria, favorecedores de los defraudadores y evasores, eso sí, de alta posición social; los rescates a la banca y el aplastamiento de la clase media; las innumerables denuncias guardadas en los más ponzoñosos cajones; etc. Todo lo que le interesa a la casta, se amortigua en los medios subvencionados –casi todos– y se acusa de antipatriotas a los que tengan narices de denunciarlo.


La verdad es que no es nada fácil sentirse español, en estos tiempos. Y yo, sin embargo, si me siento, y un punto –ya estoy con la vergüenza–, orgulloso de ser español, con lo mucho de bueno y de malo que ello tiene. 

Por eso me encuentro muy solo. Una cosa es que tengamos unas oligarquías políticas, judiciales, sindicales o patronales auténticas despóticas y corruptas y otra bien distinta es que por ello tengamos que callarnos y no protestar. De hacerlo, callarnos, sí tendremos que avergonzarnos. El silencio es la muerte de la ciudadanía y sus derechos: nadie se apodera de lo que préviamente tú, no has abandonado.

Nunca me he sentido más orgulloso de la Guardia Civíl, que cuando son ellos mismos lo que descubren y detienen a los corruptos o delicuentes que se les han infiltrado. No denunciar es lo más vil que podemos hacer como ciudadanos, porque nos hace perder tal condición.



En el DRAE, la palabra chivato tiene como primera acepción la de soplón, y ésta la de: Dicho de una persona: Que acusa en secreto y cautelosamente. Incluso la palabra delatar, que no tiene aceptada acepción negativa, suena mal a nuestros oídos. No sé, quizás sea que, sin tener conciencia de ello, tenemos más que asumida la ormetá.

Ante las felonías que comenten contra nosotros y el expolio de lo que es nuestro, los españoles quedaremos como unos sinvergüenzas o unos borregos, si callamos, o como un pueblo orgulloso y repleto de ciudadanos, si nos plantamos ante esos canallas.

¿Quedan españoles en España?




    

    Miré los muros de la patria mía
    si un tiempo fuertes, ya desmoronados
    de la carrera de la edad cansados
    por quien caduca ya su valentía.


                              Francisco de Quevedo

 

    Ya hay un español que quiere
    vivir y a vivir empieza,
    entre una España que muere
    y otra España que bosteza.

    Españolito que vienes
    al mundo te guarde Dios.
    una de las dos Españas
    ha de helarte el corazón
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                              Antonio Machado



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