"Como alcalde vuestro que soy ..."






Comienzo con esta conocida frase, en boca del inolvidable Pepe Isbert, porque con los subidones de indignación que estoy teniendo en los últimos tiempos, la muerte del providencial Adofo Suárez, me hace pensar sobre la injusticia que encierra la generalización al total de los políticos, del asco producido por nuestra actual y vergonzosa casta política.

Ya, hace algún tiempo, dentro de esta putrefacta casta política, he salvado la innegable gente de buena fe que militan en todos los partidos. Lo que es indudable es que no pertenecen, nunca a sus cúpulas (o tienen menos luces que un ciego en un túnel), aunque sean provinciales; porque como dije en ese anterior artículo, su honradez les convertiría en un auténtico "Caballo de Troya, en la ciudadela". Porque si a la vista de los seguros trapicheos de su aparato, de ser realmente honrado, tendrá que denunciarlo. Preguntaron a un capo mafioso:
  • ¿Don, por qué nunca se mancha las manos? Ud. encarga los crímenes a sus esbirros.
  • Porque la mejor forma de estar seguro, es que si uno de ellos me traiciona y me puede poner en la cárcel por dos o tres años, yo pueda ponerle a él por veinte años. ¿Capisci?

Pues eso, que una obligada reflexión tras la muerte del exPresidente Suárez, me lleva a pensar en esa gran cantidad de buena gente, generalmente recluidos en pequeños pueblos, en los que la alcaldía le cuesta su propio dinero, pues muchos ni cobran, y sus disgustos pues muchas veces tienen que enfrentarse con los aparateros –estos sí, y ya cobrando un buen sueldo– de sus propios partidos en las diputaciones y otros organismos de su provincia, para conseguir suministros adecuados de agua, un ambulatorio, o cualquier otra reivindicación justa para sus vecinos. Pero a estos hombres y mujeres les llega la información convenientemente filtrada desde el aparato, la hojita parroquial de su partido. ESTAS PERSONAS NO SON, NI SERÁN NUNCA, A LAS QUE ME REFIERO COMO CASTA.

Dejado negro sobre blanco, esta justa salvedad, es esto mismo lo que me lleva a a admirar, aún más, la inmensa talla política de Adolfo Suárez. Porque él no era un alcalde de pedanía, pero tampoco era cúpula de su partido, en aquellos años, era el "amo" del partido, y se mantuvo honesto, con el pensamiento centrado en el futuro político de los españoles, en dotarnos de unas reglas de juego, hoy claramente mejorables, válidas y suficientes para iniciar la andadura hacia la Democracia. 

Claro que hubo fallos, la economía y el paro sobre todo, la crisis del petróleo nos sacudió de lo lindo. Aunque si, como he oído hoy a uno de esos canta-tertulias, la tasa de desempleo en tiempo de Suárez, era insostenible con un 8-9%, ¿qúe decir del 21% de Zaptero o del 26% de Rajoy?

Este hombre que en honor a esos alcaldes esforzados de pequeños pueblos podría haber dicho: "Como presidente vuestro que soy, puedo prometer y prometo ...", que tanta falta nos hubiera hecho en este momento, sin que haya, ni se le espere, sustituto alguno con su bonhomía, honestidad y tan digno.




Pocos podrán decir que en su gobierno se institucionalizó la corrupción. Él estuvo centrado en llevar a buen fin, el encargo que recibió del Rey, según dicen –aunque tengo mis dudas–, la transición desde el Régimen –al que pertenecía– a la Democracia, grangeándose los gritos de "traidor" de muchos de sus antiguos compañeros y de muchos militares. Hizo honor a su encargo y lo cumplió, lo mejor que supo y pudo.

Alguno podrá preguntarse, "pero si fue el amo de su partido, la UCD, ¿porqué se quedó sólo al final?" Pues muy sencillo –y ya lo he dicho– porque no ejerció de "amo". Porque no montó un aparato comprando adhesiones y voluntades recompensadas, no sé si no las concebía, pero no lo hizo. Y así le fue. Abandonado por todos, la oposición, el Rey y –lo peor– los suyos.


Es más que probable que estos días, donde afloran fácilmente los sentimientos, entre todos estemos contribuyendo a una, quizás excesiva, mitifaciación del personaje Adolfo Suárez. Sin embargo, pienso que podría convertirse en un revulsivo social que no está de más, si sirve como referente en una comparación que no soportarían ninguno de los actuales cabeza de partidos nacionales, muchos de los cuales, fueron parte activa en su caída.





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