A propósito de Cataluña

Anna Grau


Escribo estas líneas tras leer el artículo que Anna Grau, dedica a una de esas salidas de tono –contra una valoración realizada por ella, en una tertulia televisiva– a las que nos tiene acostumbrado, junto a otros posicionamiento llenos de argumentos irrefutable, Germann Terstsch.

Lo del rebote de Tertsch, no debe de propcuparte, Anna. Como digo, unas veces está lleno de argumentos certeros, pero otras, sus genes germanos, le colocan fuera de lugar y es la perfecta escenificación del paso de un elefante por una cacharrería.



Anna Grau

Lo realmente preocupante sobre esa cuestión, es que en la actualidad, nadie de los que por poder, pueden, está por la labor de zanjar de una vez, esta exasperante, y ya realmente cansina, matraca nacionalista.

Además de la tendencia a reinventar la historia, convirtiéndose ellos en hobbits y al resto en orcos, hay dos peculiaridades fundamentales en los nacionalismos
  • Una es el hecho de que, cuando alcanzan el poder, solo gobiernan teniendo presente –a veces, no siempre, veamos si no, la sanidad catalana– los intereses etno-nacionalistas de aquellos que les apoyan. Para el resto de sus ciudadanos, o se suman o tienen marcada, incluso cohercitivamente, la puerta de salida.
  • La otra es que para los nacionalistas –catalanes, vascos y algunos regionalistas–, negociar no es un verbo transitivo, de doble sentido. No es el arte de saber entregar algo, a cambio de otra cosa, mientras que el otro negociador obtienen, o recupera, ese algo a cambio de la otra que cede.
Pero con todo, eso no es lo más grave. Lo más grave es que los que han negociado con ellos, que tendrían que haber defendido los intereses de España y los españoles –catalanes incluído–, tampoco conocen ese auténtico significado de la palabra negociar.
 

¿Alguien recuerda alguna negociación en que los nacionalistas haya cedido algo –entregado algo que ya era suyo– a cambio de obtener alguna transferencia del Gobierno Central?

Seguro que nadie lo recuerda. Y esto es porque no ha ocurrido nunca. Son maestros en el arte del trile, y así entiende la política.




 

No creo ser simplista si afirmo que el esquema básico de una negociación Generalidad/Gobierno Central, se puede resumir de la siguiente forma:
  • Los representantes de Cataluña, previa campaña movilizadora, se presentan con un nutrido listado de reclamaciones, o agravios, de los que tienen bien claro cuáles son prescindibles y cuáles son casus belli
  • Los representantes del Gobierno Central se presentan sin reclamación alguna, ni si quiera, el cumplimiento de las sentencias firmes de los altos tribunales, que debería ser de oficio. Simplemente se limitarán a defender como gato panza arriba, las ya muy mermadas prerrogativas del Gobierno Central, dispuestos a ceder lo menos posible. Excepción de la época del "iluminado", en que llevaban algunos "regalos", que ni los nacionalistas se atrevieron a incluir en su listado.
  • Si se cubrían plenamente las expectativas fundamentales de los nacionalistas, todo era sentido de estado, armonía, visión de futuro, etc. 
  • De no ser así, la cantinela retomaba  el mismo contenido de los argumentos previos a la "negociación": agravio comparativo, burla a las legítimas aspiraciones de los catalanes, "Espanya ens roba" y otras lindezas.
Los nacionalismos son insaciables por definición, porque si algún día obtuvieran todas su reclamaciones, dejaría de existir su única razón de ser. Y esa es la historia de la relación de España, con algunas de su partes (partes de España), las más desleales, con el resto del conjunto y con la propia idea en sí de esa España.

Por ello, se hace urgente, que la sociedad civil conforme un nuevo Gobierno, que primero consiga generar la suficiente autoridad moral, hoy imposible en los partidos mayoritarios, y el necesario respaldado de esa sociedad civil española, que le permita sentarse y fijar, sí o sí, los límites al autogobierno, más allá de los cuáles, el menor intento de traspasarlos, se convierta en Razón de Estado infranqueable.  

Esos límites no pueden ser un "hasta aquí hemos llegado", sino un "ante la situación actual, el Estado reasume determinadas competencias y, en las demás, lo fijado por cualquier autonomía, estará supeditado a lo que, en su momento, acuerden el Estado y el resto de las comunidades" en Leyes de Armonización.



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