Los límites de lo absoluto

Gente de orden de toda la vida, y a pesar de ella.


Últimamente, siento vergüenza ajena oyendo algunos comentarios de la tertulia de Carlos Herrera. Sobre todo cuando interviene  Arcadi Espada. Persona admirada por mí, desde los inicios de la Associació Ciutadans de Catalunya,  pero que me desilusionó, cuando al poco se desentendió de su marcha, cosa por otra parte habitual entre nuestros intelectuales, que dan de sí, lo que dan.

Hoy para unos es un ser encantado de haberse conocido, para otros continúa siendo un "enfant terrible" del periodismo, y posiblemente algo de ambos haya en él. Pero no es juzgarle –para lo que estamos amplísimamente dispuesto, que no dotados, los españoles– por lo que escribo esta líneas, sino para reflexionar, aunque sea juzgando –finalmente inevitable– algunas de sus opiniones, no a su persona.

Si a cualquier persona, con una suficiente dotación del poco usual sentido común, se nos preguntara sobre los valores absolutos que deberían ser estandartes de nuestra civilización, posible y mayoritariamente, señaláramos: paz; libertad; trabajo; propiedad privada; respeto por la vida y la iniciativa privada; cumplimiento de las leyes; derecho a ser consultado; ética; rechazo de la maldad, la corrupción, el egoísmo,… No necesariamente por ese orden, pero creo que muchísimos coincidiríamos en estos valores.

Ahora, ¿cabe algún límite a esos valores absolutos? Aquí las respuestas serán bastantes más abiertas, afortunadamente. Y por ahí va mi gran discrepancia con las tomas de posición que detecto en Espada. Considere el lector que hablo de límites, no de relativismo moral o leyes del embudo, más o menos ampliamente aplicadas.

Uno de esos límites, más ampliamente aceptados, puede ser respecto al derecho a la vida, en una de sus grandes aplicaciones: no matarás. inmediatamente se nos enciende la lámpara que nos hace añadir: salvo en defensa propia o de un tercero inocente, en trance de ser asesinado. 

Y viene esto al cuento de su intervención de hoy (14/01/2014, sobre el minuto 55) en "Herrera en la Onda" al respecto de los sucesos del barrio burgalés del Gamonal. Cerrilmente enfrascado en que no aplicar ninguna posible justificación a dichos sucesos. Según Espada, no cabe la protesta ciudadana, si le da involuntaria coartada a que otros ejerciten el "noble arte" de la guerrilla urbana –creo interpretar acertadamente sus palabras–, aunque a veces puedan tener razón los vecinos. Extraño, pero no es la primera vez que se manifiesta en ese sentido.

De nada vale que el Gamonal sea un barrio obrero que se planificó en su momento, sin plazas de aparcamiento, ya que pocos obreros tenían vehículos. Hoy tal circunstacia, ha sido superada por la realidad y los vecinos ha llegado al acuerdo de aparcar los vehículos en segunda fila, sin freno de mano, para facilitar la maniobra del vehículo encerrado.

¿La solución de los políticos? Un parking a más de 19.000 euros/plaza, por sólo 40 años, en un barrio severamente castigado por el paro –¿quién podrá pagarlos? Un presupuesto total –que no final, conociendo la usual connivencia políticos/constructores– de 20 millones (8 M. + 5 M. + 7 M.) de euros, que a buen seguro, hoy, inmersos en la trágica crisis que padecemos, estaría mejor empleado en otras acciones sociales, y la más que probable implicación de personajes corruptos en el asunto.


Protestando así llevan más de un año, sin ser recibidos por los políticos, a pesar de múltiples peticiones. La protesta se recrudece cuando comienza las obras pero creo que pocos hemos tenido noticias de ello, salvo –y únicamente si han informado ahí– a nivel local.

Pero sólo es, desde que se suman a la protesta grupos violentos, autóctonos o importados, cuando la protesta de los vecinos salta a todas las primeras páginas de los medios nacionales y se monta la que se ha montado, que tenemos Gamonal hasta en la sopa.

En resumen, la posición de Espada, refrendada por casi todos los tertulianos salvo Antonio Casado, es de que no se le puede dar reflejo a los posibles problemas generados por el parking y su coste, porque engrandece la acción de los violentos. Se empeña en no contemplar ningún límite al principio absoluto del imperio de la Ley, por injusta que pueda ser, sin posible cuestionamiento alguno. Sin límite posible. Y es aquí, donde entra otro de esos principios absolutos, el derecho a ser consultado cuando la cuestión a debatir te atañe.

Me parece totalmente contradictorio en una persona que debería ser mucho más sensible a los derechos de la sociedad civil, que se coloque tan al lado de quienes los ignoran, basados en su impunidad, los políticos.


Porque son estos, los políticos, mucho más que cualquier otro, los responsables de que esta violencia sea la única forma de sumar voluntades a una causa ciudadana y que ésta tome notoriedad.

Los políticos, amparados en su impunidad, no pueden, no saben o no les da la gana de rectificar un grave error
. Es su enrocamiento en los votos obtenidos y en programas electorales –que sus mismos jefes, a nivel nacional, nos han demostrado el valor que dichos progarmas tienen para ellos–, el que les faculta para ignorar, cuando no atropellar, la voluntad y los derechos, de los que deberían representar.

Sólo cuando una acción de este tipo, la remodelación de la vía principal de un barrio, fuera el fruto de una consulta a los ciudadanos, basada en propuestas
razonables, razonadas y viables, dejarían de tener razón de ser estas manifestaciones que al no recibir mínimas satisfacciones, degeneran en la violencia de los ávidos de ella, que sin duda los hay "muy profesionalizados", y contra estos, toda la ley. 

De lo que he sentido al oír a Hermann Tertsch, hoy en 13TV, hablando de "vecinos aterrorizados", prefiero no hablar.









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