La ola

A finales de noviembre se estrenó en España la película alemana La ola del cineasta alemán Dennis Gansel. Esta película ha pasado sin pena ni gloría por las salas españolas, aunque en las alemanas ha permanecido más de nueve meses en cartelera y la han podido ver más de 2,6 millones de personas, generando una interesante polémica sobre el fascismo, no sólo en las aulas, sino en cualquier estamento de la sociedad.

Inspirada en un experimento real que se desarrolló en California en un instituto de la ciudad de Palo Alto en 1967 por el profesor Ron Jones, fue novelada por el escritor Morton Rhue y, en la actualidad, Gansel y el escritor Peter Thorwarth han trasvasado esa experiencia a un guión cinematográfico que se desarrolla en un instituto alemán actual. La película refleja a la perfección los hechos que ocurrieron realmente, aunque también se escapa de la realidad para dar paso a una ficción que explica los procesos ideológicos de la sociedad actual.


Ni que decir tiene que esta película no deja indiferente a nadie y su visión es muy recomendada para quien quiera entender por dónde se mueve la sociedad actual. Vayamos por partes. Los alemanes siguen teniendo un cierto sentido de culpabilidad por los hechos fascistas ocurridos antes y durante la Segunda Guerra Mundial por el Tercer Reich; al igual, ciertos sectores de la izquierda española tienen ese sentido de culpabilidad por los hechos ocurridos durante la Guerra Civil y el franquismo. El PSOE lleva ese sentimiento hasta el paroxismo, después de cuarenta años en los que no hizo la más mínima oposición al franquismo, es ahora, cuando está en el poder, cuando machaca al vencido. Los españoles, incomprensiblemente, han dado su apoyo a un partido que no ha hecho prácticamente nada para traer la democracia a un país que tuvo que conseguirla por difíciles recovecos: la valentía de un rey, la habilidad de un presidente de gobierno y la tenacidad de un partido comunista que sí luchó esos cuarenta años fatídicos. Ahora los socialistas quieren resarcirse de esa cobardía mostrada durante cuarenta años con leyes como la de la Memoria Histórica.


En segundo lugar, la cinta muestra cómo unos simples cambios en la forma de comportamiento, manera de vestirse, frecuentar unos mismos lugares, expresar ciertos signos gestuales o físicos, explicitar el sentimiento de pertenencia a un grupo, pueden cambiar la forma de pensamiento de ese mismo grupo y de una sociedad, como pasó con el nazismo en Alemania o con el franquismo en España. Pero eso es, ni más ni menos, lo que está ocurriendo en nuestro país en la actualidad.


Si en Alemania se preguntan si es posible que apareciese un nuevo Hitler, en España nos preguntamos si es posible que aparezca un nuevo Franco, ya en los ochenta el cantante y compositor británico Nick Lowe compuso una canción que tituló “Little Hitler” premonitoria de lo que está sucediendo en España con los nacionalismos y los partidos políticos. Sí podemos afirmar que en nuestro país hay numerosos pequeños Francos, a los que podríamos denominar “pequeños Franquitos”, ya el sociólogo Amando de Miguel estudió en los años ochenta lo que el denominó la sociología del franquismo que aqueja a numerosos líderes políticos españoles.


No es ni más ni menos lo que les ocurre a los líderes nacionalistas que creyéndose diferentes se creen superiores y con unos derechos que no tiene el resto de la sociedad, o lo que les ocurre a todos los líderes de los cuatro grandes partidos nacionales, PSOE, PP, IU y UPyD, que se creen en posesión de la verdad absoluta y que están conduciendo a sus partidos a un fascismo ideológico en el que la crítica razonada, la forma distinta de pensar, están siendo tratadas como disidencia. De esa manera esos líderes dan más importancia a la disciplina que al debate ideológico. Por eso, vemos cómo los diputados en el Congreso votan, como borregos, las propuestas de sus líderes sin ningún tipo de crítica. Por eso, vemos cómo los militantes de los partidos políticos no cuestionan a sus líderes, no sabemos muy bien si por miedo a los aparatos de dichos partidos o porque la disidencia está mal vista. A algunos se les llena la boca pidiendo regeneración democrática pero la piden para los demás, no para ellos mismos. En la actualidad estamos asistiendo a diferentes congresos nacionales o regionales donde los líderes son escogidos por aclamación, son congresos a la búlgara, y si alguno es capaz de articular una oposición democrática es vilipendiado y se le ponen todas las trabas del mundo para dificultarle esa labor de oposición. ¿Es esa la sociedad que queremos? Cada día se está más cerca de la sociedad del Gran Hermano. Por favor, vean esta película, no las que la publicidad nos dice que veamos, piensen sobre los hechos que acontecen en ella, reflexionen después de verla y decidan qué tipo de sociedad queremos y si los representantes que tenemos están realmente a la altura.


Javier Velasco Oliaga

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