España: ¡Porque yo lo valgo!






Pocas frases merecen tanto el calificativo de rotundamente desafortunada, como la trillada y repetida hasta convertirse en signo cultural de nuestra época y Nación, de: "¡Porque yo lo valgo!". Pocas frases han dañado tanto como ésta, al haberse afincado en nuestro subconsciente colectivo.
 

El acertado eslogan de L'Oreal, con más de cuarenta años de existencia, en el País de los muchos derechos, y nulas obligaciones, ha preñado de tal suerte a la sociedad española, que se ha convertido en el virus imparable que terminará por destruirla sin remisión, si es que no media milagro alguno. Milagros en los que no creo, porque no los merecemos. 

Y es que no se puede transformar un eslogan publicitario, en un argumento ético. Porque yo lo valgo, no aporta ningún razonamiento plausible. ¿Quién decide lo que valgo? ¿En base a qué criterios?
 

Desde luego, lo que puede ser un buen pensamiento para aumentar nuestra autoestima, es inaceptable como argumento ético o moral, y mucho menos como prueba judicial.

Aquí, en España, se ha generalizado y adueñado de la sociedad esta consigna que todos lo usamos subconscientemente a diario:
  • Sr. político, ¿por qué roba Ud.? ¡Porque yo lo valgo!
  • Oiga, joven, ¿por qué ocupa Ud. esa casa? ¡Porque yo lo valgo!
  • Oligopolio energético, ¿por qué me machaca con unas tarifas abusivas? ¡Porque yo lo valgo!
  • Sr. sindicalista, ¿por qué gasta nuestro dinero en mariscadas? ¡Porque yo lo valgo!
  • Sr. Magistrado, ¿por qué no respeta mi petición de amparo al ignorase mi derecho a decidir? ¡Porque yo lo valgo!
  • Sr. Ministro, ¿por qué impide mi derecho a manifestar mi descontento con la política del gobierno?  ¡Porque yo lo valgo!
  • Sr. Podemos, ¿por qué exige a los demás la rectitud que Ud. no está dispuesto a manifestar?
    ¡Porque yo lo valgo!
  • Sr. munícipe, ¿por qué da a dedo contratos que la Ley exige que se realicen por concurso público? ¡Porque yo lo valgo!
Cuando se actúa al margen del ordenamiento jurídico, por mucha apariencia de legalidad, con la que se trate de revestir estas acciones, la única razón que se puede aportar en defensa de estas actuaciones, es, porque tengo la oportunidad; porque estaba vacía; porque soy un oligopolio y los políticos me lo deben; porque tenemos el control de ese dinero; porque soy un magistrado politizado y prevaricador; porque tengo el poder; porque soy tan casta como los demás; porque soy el alcalde. En resumen: ¡Porque yo lo valgo!

 

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