¡Dios! ¿Pero cómo hemos llegado a esto?





Reconozco que hoy no debe ser mi día más indicado para escribir sobre este asunto. Pero tengo la imperiosa necesidad de hacerlo. Corro el riesgo de romper alguna quijada no tan culpable, pero la necesidad de repartir coces a diestro y siniestro –de derechas a izquierdas, pasando por centristas y supuesto Regeneradores de la Nada– es realmente agobiante.Comencemos: 


Los responsables, para todos.


Son muchos más de los que claramente serían fácilmente señalados por cualquiera, como: nazionalistas, nacionalistas y reginonalistas; políticos y sus respectivas y pajoleras greyes. Pero a estos les va en el ADN, no son autodestructivos, propiamente –como muchos peinsan–, sino "otrosdestructivos"; precisan ningunear, despreciar, odiar, a otros –no por raza necesariamente, sino por no compartir su fe identitaria– a los que convierten en responsables de sus propias, o inventadas, carencias. nazionalista, nacionalista o regionalista, no se nace. Condiciona muchísimo el entorno familiar y socio-cultural, pero debe existir una perversa voluntad de crear tres o cuatro generaciones de "Hobbits" (ellos) y, por consiguiente, "Orcos" (el resto) y ya está hecho. 

Por supuesto que no debemos olvidar los medios: entusiastas maestros y profesores "deformadores" de mentes infantiles, financiación, medios de "desinformación" y adoctrinamiento, una mínima sociedad incivil mística y beata de la "nueva religión" entregada a la evangelización en la nueva fe, parafernalia –cuanto más nazi, más efectiva– y más financiación. Y esto se le ha dado a espuertas a los nacionalistas; se les ha primado por encima del resto, pero nunca lo bastante.




Por qué ocurre esto.


Porque hemos caído en la trampa de la perversión del lenguaje. Cuando decimos que, por ejemplo, el Gobierno Central y la Generalidad, se sientan a negociar, sea porque faltan apoyos para los presupuestos o por no gobernar sin consenso –que teniendo la mayoría suficiente, es innecesario, aunque deseable pero, en cualquier caso, sabiendo si lo que se paga por ello, no es, como suele ser, una locura–, se pervierte el sentido de la palabra negociar. Ya que el Gobierno Central obtiene un apoyo coyuntural a "esos" presupuestos, u otros acuerdos, mientras que la Generalidad, consigue nuevas transferencias per secula seculorum que, ni por asomo, se plantean volver a negociar. Esto, desde el punto de vista del Gobierno Central, debería haberse leído como un me das esta cerilla ardiendo, a cambio de quedarte con un pozo petrolífero. Todo un tocomocho, tragado y consentido por los máximos responsables de preservar la unidad de España.


Los otros responsables, los peores.

Los sucesivos Presidentes del Gobierno Central, el de España, aupados y respaldados a machamertillo por sus partidos, desde los corifeos autonómicos, hasta los militantes y votantes –la mayoría de las veces, más cercanos al prosélito que a la persona crítica y juiciosa que pretenden ser–, han tenido tanta o más responsabilidad en lo acaecido que los anteriores. Entre otras cosas porque ellos tenían el deber moral y legal de impedir el desastre resultante. Felipe González, José María Aznar, José Luis Rodríguez Zapatero –quizás por su natura estupidez, el más dañino– y Mariano Rajoy, son tanto, o más, responsables que Jorge Pujol, Arturo Más, Juan José Ibarretxe, y cualquier otro BeirasTardá de tres al cuarto.



 Me niego a no mencionar, por colaboradores necesarios, a los altos tribunales e instituciones judiciales del Estado que, prevaricando –incumpliendo sus juramentos–, han sido más políticos que jueces. Tribunal Constitucional, Tribunal Supremo, Audiencia Nacional, Fiscalía General del Estado, Consejo General del Poder Judicial, Audiencias Autonómicas o Provinciales, han retorcido el significado de las Leyes, se han inhibido de juzgar causas claras, han mirado para otro lado si se trataba de juzgar claros delitos cometidos por políticos, Gobiernos y/o Parlamentos Autonómicos, por amigos de y siervos de ellos, etc.

Alguien podrá decir que cuando comenzaron las cesiones a los nacionalismos, quizás no era previsible este final, ¡falso! No había que ser un sesudo tertuliano para allá, en los años 80, prever que generar desigualdades entre los españoles, era iniciar el camino hacia el desastre. Eso, sin ser lumbrera alguna, lo hemos denunciado bastantes españoles desde hace años, eso sí, españoles de a pie. Y ellos, han dispuesto de cuantos asesores han deseado, y excelentemente pagados, razón de más para saber exactamente donde se metían, y a donde nos han metido a todos los españoles.


No nos vayamos de rositas los ciudadanos.

No nos amparemos en estos indignos presidentes –al menos en patriotismo real– , secretarios generales, aparatos todos, hasta afiliados –cada uno con su grado de responsabilidad– para sentirnos únicamente como víctimas paganas –de pagar, y a buena fe que lo haremos– y sufridores de tanta deslealtad y desvergüenza. A estos y otros partidos los hemos votados nosotros, los españoles. Seguro que algunos, en su buena fe, fueron engañados al acudir a las urnas, seguro; pero dudo que esta categoría de engañados, supere el 10-15% de los votantes. Y lo peor, se les ha vuelto a votar a unos y a otros.

Pero sin duda el gran mal de los españoles, es abnegar del significado real de la palabra ciudadano, de responsabilidad personalpor encima de la colectiva, para diluirnos en la mucho más cómoda e "irresponsable" de la turba o masa. Y esto, no nos exime de responsabilidad ante nuestros hijos y la Historia.



¿Alguien piensa que Rajoy es la persona adecuada para resolver esta situación? 


El caso es que ya nadie puede ignorar el pudridero que es nuestra alta política actual, entre otras cosas porque era "un secreto a voces".
 

Ahora resulta que el expolio continuado que la mafia Pujoliana, y otros que ya saldrán, realizaba en Cataluña, era perfectamente conocido y denunciado por diversos organismos, ante los sucesivos gobiernos centrales pero por, la innata delincuencia y la falta de patriotismo de nuestros políticos, fueron guardados en cajones por funcionarios corruptos y jueces, y fiscales, prevaricadores.

Y Rajoy, que en esto de la estupidez, no queda muy a la saga del cum laude de Zapatero, a la espera de que el asunto se pudriera, viendo que lejos de recular, los exaltados se radicalizan aún más, se ha visto obligado a destapar de golpe toda la mierda del secesionismo catalán –Pujol, Mas, CiU, ANC, etc.– demasiado tarde para no hacer otra cosa que empeorar la situación –justo lo contrario de lo que pretendía–, dejando a los pies de los cabreados nazionalistas, estos sí, con "Z", al resto de ciudadanos catalanes que se sienten también españoles.


Seguro que había posibilidades de resolver la situación por otra vía pero, gracias a González, Aznar, Zapatero y Rajoy, ya es tarde. Con el bien que nos hubiera hecho a los españoles que alguno de estos indignos presidentes hubiera aplicado, un poco de sentido común: Más vale una vez colorado que ciento amarillo.

Tenemos a Europa detrás nuestra recriminándonos lo que significan las singularidades del Concierto Vasco y el Amejoramiento Navarro, cuyos problemas no radican en esas leyes en sí, sino en la injustica flagrante que sus cálculos –cantidades a todas luces abusivas–, suponen para los ciudadanos del resto de España y Europa, muy bien descrito por Mikel Buesa en su estudio "El pufo Vasco". Una posible solución, trataría de negociar esas cantidades, transferidas o retenidas, de manera verdaderamente justa, sin tocar para nada esas Leyes. Lo mismo se puede hacer con Cataluña, pero dejando claro que los asuntos identitarios los pagan exclusivamente ellos con sus propios recursos y sin tocar los derechos sociales de los catalanes, y que el Castellano es tan oficial como el Catalán.  

Pero ahora, hasta que no se serenen las aguas –realmente no sé como–, no será el momento de sentarse a renegociar todo.









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