Qué liberalismo es el que no me gusta





¿Estoy en contra del liberalismo?

Rotundamente, no.

¿Entonces por qué este titular?

Simplemente porque sí existen tendencias ideológicas o políticas –vaya Ud. a saber dónde concluye una y dónde comienza la otra–  que se esfuerzan –quizás para "moralizar" sus propuestas– en disfrazarse, en decir que sólo existe un liberalismo, a secas. Que no existen el ultra-liberalismo, el liberalismo salvaje, el capitalismo o el anarco-capitalismo y otros muchos "ismos", cuyas propuestas, o algunas de ellas, me parecen abominables e incompatibles con la condición humana del CIUDADANO –entendido como ética de comportamiento–. Y, por mucho que se esfuercen, sí existen esos "ismos" y, como en la fábula, pretenden actuar
–algunos de esos "ismos"– como lobos que buscan la cobertura de la piel del cordero –el liberalismo– para urdir, a buen recaudo, su próxima aventura, legal o ilegal, en búsqueda del beneficio perdido.

Unas de las máximas premisas del Liberalismo, son la propiedad privada y la concepción del contrato de trabajo como el libre
acuerdo entre trabajador y empresa. Nada que oponer a dichas premisas. Pero como un contrato para delinquir, es ilegal, siempre podrán sugir los conflictos de intereses, incluso los sobrevenidos, pues no se puede incluir dicha ilegalidad en lo pactado. 

Un ejemplo de ellos para el libre acuerdo entre trabajador y empresa, es el caso de Michael Winston. "Un señero trabajador de Wall Street en el pasado y, hoy en día, uno de los candidatos a convertirse en el nuevo Jeffrey Wigand, Greg Smith o Don Barrett en su empeño por poner al descubierto las malas prácticas de los bancos de inversión." (El Confidencial)

Seguro que su contrato de trabajo establecería las cláusulas de confidencialidad más estrictas; pero, también seguro, que no haría mención a posibles malas prácticas empresariales –lo que sería, per se, un delito por parte de ella, y posiblemente, por parte de él, el admitirlas–; además de que debemos entender que él fichó por lo que creía era una empresa "honesta". Él fichó por una hipotecaria, Countrywide, que le contrató "Con el objetivo de convertirla en el Goldman Sachs del Pacífico” (año 2005). Posteriormente fue adquirida por Bank of America, y las artimañas fueron a más. 

Inmediatamente "se dio cuenta de la peligrosa (y contraproducente) táctica empleada por Angelo Mozilo, CEO de la compañía, a la hora de conceder créditos, muy propia de la burbuja financiera pre-crisis: “fund-em”, es decir, “fináncialos” (a todos). Pronto "se dio cuenta de que no era el único que tenía sus reservas sobre la estrategia fomentada por Mozilo para el ejercicio 2006"; y le transmitió "a su superior Drew Gissinger de las peligrosas consecuencias de su comportamiento, pero este hizo caso omiso a sus consejos.

Esta relación contractual concluye cuando "Countrywide le pidió que mintiese a la agencia de calificación Moody’s e inventase una explicación que justificase por qué la firma había pasado cinco meses sin presidente y sin COO (chief operating officer) sin avisar a los inversores. Winston se negó a mentir y, dos semanas después, Mozilo lo despidió."   Recomiendo encarecidamente la lectura del artículo en El Confidencial.

¿Puede un contrato de trabajo
ser la coartada perfecta para segar las voz de una persona honrada, ante los atropellos y/o estafas de una empresa?

Definitivamente, no, y aunque debe ser punible, entiendo que la empresa, como defensa y para tratar de acallar el ejemplo, te pueda despedir por ello. Pero igualmente entiendo que los tribunales de Justicia defenderán –o mejor, debieran defender– el derecho de cualquier trabajador a denunciar, fundamentadamente, los posibles comportamiento ilegales de su empresa, sobre todo si van en perjuicio de terceros, los clientes y/o consumidores.




¿Tiene límites propiedad privada?

Evidentemente, sí. Pero sólo en contadas ocasiones. ¿Una línea férrea Madrid-Sevilla, por ejemplo, debería dar un rodeo, hasta pasar por Extremadura, porque los propietarios del suelo se niegan al paso por sus fincas? No. Debe entenderse que tal línea férrea soluciona graves problemas de comunicación y transporte, que dará servicios a una gran parte de población y que las expropiaciones se limitarán a los mínimos espacios necesarios, salvaguardando un justiprecio y las necesarias infraestructuras para el efectivo aprovechamiento de las fincas.

¿Es esto el Liberalismo? 
 
Para mí, sí que lo es, con toda rotundidad.
Si admitiéramos lo contrario, creo que flaco favor haríamos a aquellos para los que la palabra libertad debe ser parte importante de su conducta. La sublimación de los principios, su sacralización –sin confundirlo con su relativización–, lejos de hacernos coherentes con ellos, nos "talibaniza" y nos deshumaniza. Un contrato, nunca puede ser un impedimento para actuar honestamente, ni la propiedad privada puede ser siempre un freno para el bien común, sin que por ello, nos tengamos que ver como "colectivistas" o expoliadores.


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