El ADN de un partido transversal, es todo, y exclusivamente, lo que nos une.



Ante las variopintas opiniones oídas, sobre si la sociedad civil debe agruparse entorno a un partido liberal, de derechas o socialdemócrata, creo imprescindible exponer mi opinión al respecto y sabedor de que es única y exclusivamente mi opinión. Tan válida como la de cualquier otro ciudadano, lo haré poniendo un ejemplo que surge muy habitualmente. Vamos a aclarar conceptos:

¿Pueden coexistir un antiabortista y un abortista en de la sociedad civil con vocación de cambiar las cosas?

La respuesta es sí. Porque un partido que lucha por regenerar la política no ha nacido para resolver ese problema. Ese problema se resolverá por la propia
sociedad civil, cuando se le consulten todos estos asuntos, importantes para ella, que es, justamente, donde estamos. No nos perdamos, entre otras cosas, porque para lo que sí nace un partido de la sociedad civil, con vocación y expectativa real de triunfo, es para dar un vuelco a un sistema endogámico, caduco, corrupto y que para nada tiene en consideración la opinión real de la sociedad civil. Definirnos, en un sentido u otro, en esta cuestión, nada nos facilita el alcanzar dichos fines. 

Esa vocación de triunfo ser traduce en la capacidad de poder aglutinar en trono a él, el mayor número de voluntades y votos. Y esto no se consigue, cerrando puertas y alejando a ciudadanos motivados por cuestiones prescindibles. De ahí la importancia de la transversalidad de ese partido. No serlo, en mi opinión, le convertiría en otro intento fallido más.

Puedo citar otras cuestiones de mayor o menor relevancia que tampoco forman parte del ADN de ese partido se la sociedad civil y transversal, como lo son asuntos políticos (Monarquía/República) o culturales (pro-tauromaquia/anti-tauromaquia), aunque la gran mayoría de nosotros tengamos nuestras propias opiniones o posturas al respecto.

Y, en mi opinión, mientras esas cuestiones, por muy importantes que sean para cada uno de nosotros, no tengan un papel relevante para obtener ese vuelco –y creo que no lo tienen–, deberían ser contempladas como sujetas al exclusivo criterio de conciencia personal.

He repetido muchas veces que todo lo que no sea cuestión sine qua non para alcanzar los fines que sí compartimos, debe ser aparcado, no debe ser objeto de su programa electoral, ni de disputa entre sus afiliados. Lo contrario sería cerrar puertas y dividir.

¿Quiere decir esto que no deberíamos definirnos como partido sobre temas tan importantes como el aborto, el tipo de Estado, etc.?

Como partido, no. Pero cada aspirante a un puesto en sus listas electorales, tendrá, por supuesto, una determinada posición sobre esos asuntos. Al igual que cada afiliado tendrá derecho a conocer cuál es la posición de cada candidato a figurar en sus listas, al respecto. Y serán éstos, los afiliados, los que voten a unos u otros según su personal criterio. Pondrán a unos u otros, más arriba, más abajo o fuera de las listas, según esos criterios.

En mi opinión, serán exclusivamente aquellos planteamientos incluidos en los programas electorales, los que exigirán disciplina de voto. Mientras que en aquellos que no lo estén, cada diputado o concejal, podrá votar en conciencia.

De esta forma, garantizamos que puedan coexistir, diferentes tendencias en sus filas. Lo que algunos llaman "transversalidad", sin saber a qué se refieren.  Esto es en lo que consiste esa "transversalidad" y así habría que actuar.

Por ejemplo, si como parece lógico, en uso de lo que debería defender en sus principios "un hombre un voto y con el mismo peso político", se presentara una moción sobre una nueva redistribución de España en circunscripciones electorales más equilibradas en números de votos, rompiendo la tradicional de la provincia, los diputados de ese partido, tendrían que votar un inequívoco, . Mientras que si la votación fuera sobre una nueva reconsideración del la Ley de plazos para el aborto, tendrían libertad para votar en conciencia.

Ciertamente, existen principios más inmutables que otros. La propia pérdida de credibilidad de la Monarquía en los últimos tiempos, por su propia torpeza, podría llevarnos a un punto en el que la inmensa mayoría de la sociedad civil, se hiciera republicana, y, llegados a ese punto –que, en mi opinión, aún no ha llegado–, sería el momento de planteárselo como cuestión programática.

Ciertamente, existen principios más inmutables que otros. La propia pérdida de credibilidad de la Monarquía en los últimos tiempos, por su propia torpeza, podría llevarnos a un punto en el que la inmensa mayoría de la sociedad civil, se hiciera republicana, y, llegados a ese punto –que, en mi opinión, aún no ha llegado–, sería el momento de planteárselo como cuestión programática.

Creo que este es el sistema más justo para que personas de diversas sensibilidades, en asuntos no fundamentales para la regeneración de nuestra democracia, puedan permanecer juntas, defendiendo un proyecto necesario y de mínimos. Se trata, decididamente, de sumar voluntades, sin renunciar a la hoja de ruta.

Tenemos las siguientes opciones ante nosotros:

  • Definirnos hasta la extenuación, y con cada una de esas definiciones, iremos cerrando puertas a determinado número de personas. Formulando un "credo" muy completo, pero sin el necesario apoyo de votantes.
  • Definirnos en todo aquello, y exclusivamente en aquello, que sea sustancial para nuestros fines, centrándonos en ellos y aparcando el resto de cuestiones, importantes, pero no imprescindibles para nuestra causa. 
Creo que si estamos por dar la vuelta a un sistema caduco, tenemos muy clara cuál es la opción. E, insisto, esta es la opinión exclusiva y personal de Juan Espino, ciudadano.


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