Que el árbol no nos tape el bosque



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Comenzaré dejando claro –triste el tenerlo que hacer en estos tiempos– que la trayectoria del juez Pedraz, famoso por sus "medias melenas", su mirada "lentillosa" –aunque no las lleve–, su imagen innegablemente "pija" y sus "creativamente progres" desestimaciones y sentencias, me parece que poco favor ha realizado a la justicia española y al amparo de las víctimas.

Yendo más allá de lo que escribí ayer en mi muro de FaceBook, no tengo los conocimientos legales para saber si "el media melenitas" de Pedraz, ha archivado indebidamente la denuncia, o se ha sobrepasado al justificar los hechos por la "decadencia de la clase política", pero en mi fuero interno creo que en lo primero, dejó el derecho de los no violentos a los pies de los que sí lo son–nada extraño si se observan sus decisiones contra los ETAsunos–; pero en lo segundo, extralimitándose o no, acertó de pleno en el centro de la diana, aunque sea como en el caso del burro:

"Acercóse a olerla, el dicho animal;
y dio un resoplido, por casualidad.
En la flauta el aire, se hubo de colar, y
 sonó la flauta por casualidad."

Abstrayéndonos de cualquier prejuicio sobre el personaje, como cualquier demócrata que haga honor a esa convicción, aquí hay que pensar, a modo del famoso y nunca dicho "pero se mueve": "Pero sonó (la flauta)".

¡Y tanto que sonó! Que se produce una de esas extrañísimas "conjunciones planetarias", uno de esos escasos –y terribles para los ciudadanos– momentos en que los peces gordos de la partitocracia coinciden. Situación ya de por sí sospechosa, aunque sólo sea por
insólita. Todos critican al juez. Políticos, voceros mediáticos y demás estómagos agradecidos, coinciden en la crítica demoledora pidiendo su cabeza. Petición posiblemente acertada en su excusa –que haya vertido una extendida certeza en un auto–, pero falsa en sus espurios motivos.  La casta política y su muchachada de la prensa discapacitada –discapacitados en independencia–, por supuesto sin entrar en el fondo real del problema, se empeñarán en que reconozcamos, y nos unamos a lo que se va convirtiendo en un clamor generalizado en la sociedad española, a pesar de que no todos tengamos las mismas intenciones al decirlo: "No nos representa por ineptos, por ignorarnos, por golfos y por corruptos.


Horror, PP y PSOE piensan igual sobre algo. ¿Qué nos va a costar a los ciudadanos? Pues la constatación de que de los privilegios que se han apoderado –al fin y al cabo, se los han autoconcedido–, nunca se van a desprender de ellos voluntariamente. Tendremos que arrancárselos por las buenas o no tan buenas, pero sin violencia, aunque "el cuerpo nos pida tierra", eso sí, para algunos de ellos, de los de la casta parásita.


Posiblemente tengan razón, en que un auto no es el sitio para realizar juicios de valor, por muy juez que se sea. No lo dudo, pero mucho más seguro estoy de que lo que a estos parásistos les pone nerviosos es que la realidad salte del mundo –para ellos "marginal"– de los foros, los blogs, las redes, las manifestaciones y otras partes de la sociedad civil, hasta documentos y lenguajes mucho más oficiales, teóricamente emanados de algunos de entre sus "casi iguales".

Quizás todo esto termine en una sanción al juez Pedraz; nada me extrañaría observando la rabiosa reacción de la casta parásita. Pero en conciencia debo decir que, en ese caso, sería por el motivo que menos me alegraría que lo sancionaran.

Para Concluir –y también lo conté en mi muro de FaceBook–   si toda esta declaración sobre la "decadencia de la clase política", fuera un acto de valentía cívica, agradecería al juez Pedraz que, de estar tan seguro todo un juez de la Audiencia Nacional, lo que debería iniciar es una investigación para averiguar si los motivos de esa decadencia fueran fruto de una generalizada o restringida actitud delictiva –¿puede haber otra?– de esa casta política parásita. Puedo asegurarle que, de ello, no nos cabe la menor duda a muchísimos ciudadanos.

De paso, podía meter en la investigación la también innegable "decadencia de la clase judicial" –a la que, en mi opinión Ud. ha aportado el más entusiasta de sus esfuerzos–, tan unida a, y dependiente de, la casta política. Así, nos haría
–¡por primera vez algo barato!– un gran servicio a los españoles: sendas collejas a dos castas parásitas por el precio de una.


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