Lectura de una instantánea


 Sobre una foto publicada en Orbyt

Que me perdone el autor de la magnífica y descriptiva imagen
que figura más abajo, pero me es imposible localizar su autoría para citarla,
sólo puedo aportar que se publicó en Diario El País. 



En la "lectura" que os invito a realizar, vamos a centrarnos en os cuatro personajes principales, sin olvidarnos de un cordón policial que por mor de las "instrucciones" recibidas desde la delegada del desGobierno en Madrid, Mª Dolores Carrión Martín, se limitan a ¿separar? a cafres insultadores y agresores de peregrinos insultados y agradidos para que las agresiones no pasen más allá de los empujones.

Comencemos por la izquierda:

El "madurito vociferante" (a la izquierda con polo blanco). Más que maduro, ya es algo "tarrilla", y es evidente que este individuo no les está dando la bienvenida a los peregrinos. Su rictus es algo exaltado aunque el detalle de la imagen, no da para ver si las venillas de sus ojos están inyectadas en sangre, si se observa ciertas proturberancias lineales en el cuello que bien pudieran ser arterias inflamadas. Por su mayor experiencia, suele aportar insultos y consignas a vociferar por el entorno made in LOGSE que, salvo contadísimas excepciones, no suele dar para más.

El cafre imprescindible (en el centro, con melenita y camiseta gris). Éste pudiera ser otro de los inexcusable en las "expontáneas"operaciones de acoso y derribo. Suele desgañitarse gritando consignas e insultos a los acosados. Éste ejemplar –puede observarse fácilmente– está ya próximo al paroxismo orgásmico que, si dejamos de un lado la grandiosa experiencia de sentirse "héroe" entre multitud de igualmente miserables –¡Yo estuve allí!–, suele ser la mayor, y única, recompensa de tan ideológico desgaste energético. 

La monja sudamericana (en el centro y con uniforme, no de policía, llamado hábito) Aquí es bastante fácil observar como su rostro emite esa gran provocación que desata las iras de los "pacíficos" cafres y los incidente: la dignidad. Una gran dignidad, no exenta de un punto de pena y un pasar de cafres, que es toda una lección para nosotros, porque el que suscribe, tendría más que difícil reprimirme y espetarles un "me cago en tu puta madre" al primer insulto pasado de tono, que hubo, y muchos. Si no fuera por el aspecto también sudamericano de la chica a la que precede, indicando que pertenece a un grupo de pergrinos llegados desde el otro lado del Atlántico, esta monja pudiera ser una de las que, con su presencia aquí en España, trata de paliar la despoblación a la que la falta de vocaciones ha tomado posesión en nuestra vida monacal. 

La chica peregrina (a la derecha y con camiseta roja). Es innegable que no lo está pasando bien y su cara transmite temor; desconocedora de nuestras "evolucionadas" costumbres, es normal que su perplejidad aumente la sensación de desamparo y miedo. Igualmente desconoce que España, otrora tierra de conquistadores, ahora ha bajado su "rating" a la calificación de simple tierra de cafres. Va siguiendo a la monja que le presta cobijo humano y cierta protección, lejos de tener la lógica certeza de que nada malo les va a pasar, porque nada malo han hecho y porque ahí estaban unas fuerzas de seguridad para protegerles de la jauría, pues las órdenes eran otras. 

El problema es que ya, para ese momento, monja y peregrinos, debían tener claro que, aunque muy a pesar de los propios policías, estos habían sido colocados ahí, exclusivamente  para que, sin que corriera la sangre, el mundo tuviera constancia, como prometió en su día Alfonso Guerra, de que los socialistas habían dejado a España que ya no la reconocía, ni la madre que la parió. Y efectivamente así lo han hecho, en una de las escasas promesas electorales que han llegado a cumplir en su vida.

Enhorabuena, don Alfonso, porque para reconocer en la actualidad a España, sería un gravísimo error traer a su madre, más bien habría que traer a su puta madre, porque tras su meritoria labor, la han dejado hecha un auténtico lupanar.


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