Ya iba siendo hora
"La cleptocracia nacional", gran artículo del andaluz Ignacio Camacho, resaltado por ABC al llevarlo a una, en mi opinión, excelente portada. Recomiendo igualmente la lectura del Editorial "Una democracia de valores" que hoy 10/10/10, figura en el mismo diario.
Me alegro de que vaya calando en los medios españoles, la exigencia de una urgente regeneración ética y que esta exigencia no se quede en el evidente síntoma de la pandémica corrupción política generalizada. Y así debe ser, porque el síntoma no es una pequeña pústula bajo el cabello, prácticamente imperceptible, sino una gangrena generalizada y bien visible. Porque, insisto, la ya hedionda corrupción política, sólo es el síntoma más evidente pero la enfermedad, el padecimiento, es el relativismo moral de la sociedad española, la casi total ausencia de honestidad y ética que reclama, con la urgencia de un enfermo terminal, la regeneración democrática y ética de la mismísima sociedad española.
Somos muchos los dispuestos a rasgarnos las vestiduras por los escándalos que afloran de políticos de tal o cual partido –porque de "todos" hay–, cuando en similares circunstancias, reconozcámoslo, la gran mayoría de españolitos actuaría de forma inquietantemente semejante.
La inmensa mayoría de españoles (vascos, catalanes y gallegos incluidos, como no podía ser de otra forma), conocemos perfectamente los límites de la Ley, las líneas rojas marcadas por la ética, la posición honesta, la actuación moralmente correcta en cada caso, pero ¡amigos! gracias al interesado efecto anestésico del relativismo moral, una cosa es "conocer", "tener conciencia de", incluso "estar convencido de" y otra bien distinta es "actuar", "ser consecuente con". Si pretender faltar a los católocos, no sé si todo este relativismo es efecto de la secular implantación de la moral católica –al fin y al cabo con arrepentirnos en el último momento, nos salvamos–, frente a foráneas morales luteranas o calvinistas mucho menos comprensivas con ese "salvarse por los pelos".
Deseo añadir a lo expuesto tan convincentemente por Camacho que esa corrupción transversal en lo político, lo social y lo geográfico, sólo puede ser atacada por una contundente acción ciudadana, igualmente transversal.
Existen suficientes ciudadanos que se reclaman liberales moderados, socialdemócratas, de centro derecha, y algunos sin adscripción reconocida, conscientes de la urgencia de abordar esta regeneración democrática y ética, proceso largo porque exige cambios drásticos en la Educación, siendo conscientes de que esto conlleva renuncias temporales, imposibles para los sectarios. Esta transformación social, únicamente será posible si estos ciudadanos admiten que la urgente Regeneración Democrática y Ética, por ser el único remedio contra el relativismo moral –la enfermedad terminal de España–, está por encima, de asuntos como Monarquía o República, toros sí o toros no, etc. y que, acordado el núcleo imprescindible en el que todos coincidiremos, todo lo demás debe quedar en un segundo plano, supeditado a la Regeneración Democrática y Ética.
Como ciudadanos, debemos ser conscientes de nuestra fuerza, poner en valor que, según nuestra Constitución, los ciudadanos somos los auténticos soberanos. Con esta coyuntural pero firme unión de demócratas "regeneracionistas", basada en el imperio de la Ley, en que en democracia no existen atajos, la igualdad real de todos los españoles, la efectiva separación de poderes, la revisión de los principios morales dominantes actualmente en nuestra sociedad, la calidad y excelencia en la Educación y la activación de los recursos legales, según muchos, ya existentes para reconducir esta situación o, de no ser así, las reformas legales necesarias para obtenerlo.
El argumento que inmediatamente nos arrojarán a la cara los cleptócratas, es el riesgo de que la acción ciudadana, ausente de la ideología que, según ellos, es patrimonio de los partidos –como si reclamar ética, democracia, libertad y honradez, no fuera en sí el mayor manifiesto ideológico– nos puede llevar al populismo, del que, sin embargo, son ellos mismos los que ya se preocupan de darnos sobrados ejemplos.
Repertorio de partidos políticos que recientemente se ve engrosado con algún pequeño chiringuito, como UPyD –siento personalizar pero tengo la obligación moral de advertir a despistados–, que enarbolando falazmente la bandera de la regeneración, consiguió engañarnos a muchos, pero ya se sabe, "no puedes engañar a todos siempre". Basándose en la facilidad comunicativa de su líder, tratan de venderse como capaces de abanderar esta necesaria catarsis social, cuando –más relativismo moral–, han demostrado ser incapaces de aplicarse ellos mismos las normas que exigen a los demás. Cómo va a liderar la Regeneración Democrática y Ética quién, sin el menor pudor, expedienta a su oposición interna con argumentos –otra de relativismo moral– que no se aplica a sí mismo. Como va a liderar la Regeneración Democrática y Ética quién, saltándose sus propios estatutos, purga a todo aquel que haya dado indicios, o él pueda sospechar, no va a rendirle sumisión total a sus caprichos o aceptar el incumplimiento de las normas acatadas por todos. Menuda democracia nos iban a traer chiringuitos como éste.
Para concluir, y abundando en lo que argumenta Ignacio Camacho, en esto de la corrupción, el manco siempre es el que tira la primera piedra. Nos viene el impresentable de Gaspara Zarrías , alguien que ha sido consejero de Presidencia y viceperidente de la Junta de Andalucía –reducto donde los haya de la honradez política–, y dice: "A este paso, el PP hará su próximo congreso en la Cárcel de Alcalá-Meco". Afirmación cuya veracidad no voy a discutir, pero parece, cuando menos, sarcástico que lo diga alguien que de aplicarse las leyes en igualdad para todos, se tendrían que reabrir las desaparecidas prisiones de Ranilla y el Puerto.
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