Derecha, Izquierda, Liberalismo y sus respectivos lados obscuros.

Como condición previa a iniciar este escrito deseo pedir disculpa anticipadas por si alguien se ve menospreciado por mis palabras. Admito que toda simplificación –y la voy a hacer–, por serlo, posiblemente devenga en injusta para algunos, pero no es menos cierto que, si se realiza con certeza y gracia, será a todas luces muy clarificadora. Y eso es lo que pretendo, para arrojar algo de luz sobre la farfolla organizada últimamente en lugar de mi interés y con personas para las que profeso diversos afectos, pero son aquellas que más aprecio, las que motivan estas líneas.

No existe nada más políticamente estúpido, y más estúpido a secas, que tratar de juzgar las ideas por los hechos de aquellos exacerbados que someten cualquier derecho, grupal o individual, a la ideología propia, convirtiendo a ésta en fiel de la balanza con la que juzgar, no hechos, sino opiniones, actitudes y merecimientos de los demás –recordemos a Procusto–, en definitiva, en una herramienta de poder totalitario, seguro que en el polo opuesto de los fundamentos de esa ideología. No se puede juzgar a los ciudadanos de derecha, por lo que hicieran dictadores y fascistas, como no se puede juzgar a socialdemócratas por los crímenes del comunismo de Pol-Pot.


Parto de la creencia de que toda ideología, manejada por determinado tipos de individuos, inevitablemente aflora su variante totalitaria, su lado obscuro. Totalitarismo consiste en el control forzado de todos por parte de unos pocos, puesto al servicio de determinados fines que son lo que matizan la modalidad de totalitarismo, siendo tan pernicioso para el individuo y la sociedad, uno como otro, variando su repudio según sea la brutalidad de los métodos empleados (dictaduras, dictablandas).


Para no hacer esto demasiado largo reduzcamos las ideologías troncales a tres: derecha, izquierda y liberalismo.



La Derecha
La derecha basa su pensamiento íntimo en el orden y en una sociedad, en la actualidad, bajo el control de los nuevos aristócratas: banqueros, poderosos, grandes empresarios, eruditos, relevantes cargos políticos, etc. que velará de forma reglada por el bien colectivo, interpretado a su manera. Vamos aquello de "Todo para el pueblo pero sin el pueblo" que defendieron desde el Despotismo Ilustrado.

Si bien, la actividad humana está legítimamente orientada a la satisfacción personal o a la obtención del mayor beneficio económico, la rama totalitaria de la derecha proviene de la frenética y ávara búsqueda del máximo beneficio, "al precio que sea y de quién sea"; prioriza, para la consecución de esos altos beneficios, el control y el orden de la sociedad como medio de acallar cualquier protesta. Las fuerzas de orden se convierten en sicarios del poder contra el pueblo. Es el decimonónico y anglosajón "liberalismo económico" que poco tiene que ver con el liberalismo político. Niños mineros en Cornualles, obreros en Chicago, etc. La parte más obscura, por manchadas de sangre, de la derecha podemos encontrarla en las dictaduras militares con Videla y otros en Argentina, Pinochet en Chile, los coroneles en Grecia, Somoza en Nicaragua, Franco aquí, ... ¿Qué decir de aquellos poderosos empresarios y financieros que se sintieron tan cómodos con los nazis?



La Izquierda

Hay quien fija la eclosión de la izquierda, quizás como reacción contra la derecha aristocrática y monárquica, en parte de los impulsores de la Revolución Francesa. Su idea fundamental era acabar con con las grandes desigualdades sociales, redistribuyendo la riqueza y liberando a la ciudadanía de la hegemonía de la casta dominante por "derecho divino". No hace tanto, he oído decir que los socialistas exterminan al pobre, arruinando a los ricos. Creo que este razonamiento, con ser real, sólo es parte de esa realidad. Países como Suecia, Finlandia o Dinamarca, son muestra de que la socialdemocracia no es tan utópica como algunos quisieran.
Reconociendo que la socialdemocracia es mi punto de partida, no pretendo negar u ocultar los lados sombríos de la izquierda, comenzando por los exterminios genocidas y las purgas comunistas del ya citado Pol Pot, Mao, Stalin, sin olvidarnos de Castro o los elegidos democráticamente pero que tratan de sojuzgar las libertades de sus ciudadanos como el golpistas Chaves o el Ortega nicaragüense.

Menos sanguinarias, pero machacando derechos colectivos (separación de poderes, igualdad ante las leyes, etc.) o individuales ( educación, iniciativa privada, libertad de expresión, etc.), es la actuación en España de gente que se escuda bajo el socialismo para expoliarnos España, regalando puestos remunerados a sus acólitos, igualándonos por abajo, rigiendo nuestra vida y prohibiendo todo lo que "ellos" interpretan como inadecuado, destruyendo nuestro país, prostituyendo todo lo que tocan y, cuando los rescoldos de decencia empujan a algunos jueces a llevarles la contraria, tienen la desvergüenza de anunciar que van a buscar la forma de "sortear" esas sentencias desfavorables.



El Liberalismo

De inicios atenienses, su raíz moderna es innegablemente española, es la más joven de las grandes ideologías troncales. Su caminar se inició, hace doscientos años, tal día como ayer, 24 de Septiembre de 1810, en el Teatro de las Cortes de San Fernando (Cádiz) con los franceses acantonados a las puertas de la Real Isla de León. Su ideología parte de la defensa de la libertad y los derechos ciudadanos pero, a diferencia del socialismo, haciendo hincapié en los derechos individuales, sobre los colectivos.



Por joven que sea esta ideología, eso no le ha librado de sus propias variantes obscuras, unas por similitud verbal –pero más fruto de la derecha que del liberalismo–, el ya nombrado y decimonónico liberalismo económico y otras por partir de liberales que repudian cualquier mediatización de sus fines, políticos o económicos, por sentimiento humano o solidario alguno, los neoliberales. Dice Jesús Huerta Soto:
"... cualquier grupo social ha de poder elegir libremente qué organización política desea formar ...".
Esto es, el liberal exige libertad para pactar, o no pactar, lo que le interese pero, una vez realizado el pacto, éste está para cumplirlo. Y esto contrasta con una "variante creativa" del liberalismo, aquella que defiende que "el liberal, lo es para hacer lo que le de la gana", si esto es bien cierto en algo que no esté fijado mediante un compromiso por libre adopción o por adhesión, es muy distinto en el caso en que esas acciones se realizan dentro o en nombre de un colectivo al que ese "hacer lo que le de la gana" puede salpicar o perjudicar a todos o a parte del colectivo. Es más, analicemos ese "hacer lo que le de la gana":
  • En un colectivo que se rige por una auténtica democracia interna, ese "hacer lo que le de la gana", significa que todos los afiliados pueden actuar igualmente bajo el criterio de ese "hacer lo que le de la gana", o lo que es lo mismo, que una organización, pongamos, política en la que todos sus miembro "hacen lo que les de la gana", es mejor abandonarla cuanto antes pues tiene sus días contados.
  • El colectivo "sólo hace, y sólo puede hacer, lo que le de la gana a uno de ellos". En este caso no se puede entrar en mayor oposición con el carácter liberal del colectivo, derivando en una dictadura o totalitarismo, si se quiere adjetivar como liberal, no seré yo quien lo prohiba, pero os prometo que tardaré en recuperarme del "descojone" que me produzca.
Así que esta forma tan creativa de liberalismo, lejos de ser una variante de éste, más bien degenera al salvajismo –por lo de la ley de la selva, lo más parecido a su propuesta–, que no es otra cosa que el fruto de los delirios oníricos de un oligofrénico político.

Sin embargo el liberalismo nacido de las isleñas Cortes ya mencionadas, el que defienden mis liberales compañeros de viaje, no parece negar en ningún momento esa acción solidaria en una sociedad que no puede estar exclusivamente al pairo o voluntad de quienes se sirven de esa sociedad para construir su riqueza. Tampoco puede estar al dictado caprichoso de los políticos de turno, sean del signo que sean.


El Estado debe velar porque las necesidades básicas de sus ciudadanos estén cubiertas suficientemente. Pero la exigencia de este esfuerzo a unos ciudadanos en beneficio del resto, debe ser calibrada y valorada con la mayor justeza para que esa innegable carga de solidaridad, digamos, obligatoria, por pacto Constitucional, no signifique detraer vía impuestos, la legítima riqueza que en manos de los emprendedores, signifiquen progreso y trabajo para él y sus conciudadanos.


Termino, volviendo a usar palabras del liberal Jesús Huerta de Soto, afirmando que ello no quita para disentir plenamente de su discutible visión de los nacionalismos:
Si España es capaz de asumir como propio este humanismo liberal y de llevarlo a la práctica de forma coherente es seguro que experimentará en el futuro un notable resurgir como sociedad dinámica y abierta, que sin duda podrá ser calificado como “nuevo Siglo de Oro español”.
Sí me preocupa que este carácter humanista y, por tanto, solidario –por no decir social–, que conlleva el liberalismo, no quede claramente reconocido y respaldado por todos aquellos que hoy se reclaman liberales.

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3 comentarios:

octavio | 26 de septiembre de 2010, 9:25

Don Juan, me alegro profundamente por su reentré que nos deparara agradables debates. Una vez hecha la cortesía, no me queda más remedio que indicarle que, salvo que se trate de un ejercicio teórico, no entiendo el contenido de su artículo.
En el mismo instante que alguien libremente decide formar parte de una organización, por muy liberal que sea esta (y no creo que usted vea en mi sospecha alguna de desviacionismo socialdemócrata), acepta una serie de restricciones a su propia libertad con base en la libertad de los demás. El carácter liberal se refleja en el hecho de que en una organización de esta ideología, las discrepancias y las criticas fundadas, no solo son aceptadas sino que se aceptan como consustancial al proyecto.
Una organización donde un individuo relevante hiciera de estandarte, el “yo hago lo que me dé la gana” solo tendría posibilidades de sobrevivir si está acompañada por una dirección política que indicara “pero los demás miembros, no” . Evidentemente estamos hablando, no de política, sino de la conjunción de una personalidad fuerte con la debilidad de la de sus valedores.
Total que salvo que usted conozca algún caso… lo dicho, que no entiendo el artículo.

Anónimo | 27 de septiembre de 2010, 10:06

Hola Juan, me alegro que retomes tu blog.
En relacion a tu escrito, solo decir que uno debe ser critico hasta con su propia ideologia y que cada dia hay menos diferencias entre unas y otras, solo entre las cosas bien hechas y las mal hechas.

Juan Espino | 27 de septiembre de 2010, 13:01

Octavio, destrozando a G. A. Becker, respondo a tu socarrón post:

¿Existe tal organización? dices mientras clavas
en mi pupila tu pupila azul.
¿Existe tal organización? ¿Y tú me lo preguntas?
Esa organización... has sido tú (y he sido yo).


Eso sí, ya no lo eres (ni lo soy).

¡Qué puñetero este liberal de los que sí entiendo!

Para los que no estén en el "ajo" de la socarronería, no es que comparta ese pensamiento del liberal Octavio, sino que, en mi opinión, no podría existir democracia si así no fuera.

Anónimo, gracias por tus palabras, con las que estoy en pleno acuerdo. Nadie que no esté cercano al sectarismo o al servilismo ciego de siglas o personas, puede participar de ideas políticas, las que sean, sin una actitud colaborativa y/pero crítica.