Homenaje a Álvaro Váquez Dodero



Os cuelgo hoy en el blog un texto dedicado a Álvaro Vázquez Dodero
que una muy buena amiga, Pilar García Jáuregui, me ha enviado.
Vaya con él, una vez más, mi condolencia y la de muchos amigos, para su familia.
Gracias Pilar por la belleza de tus palabras.

Gracias Álvaro por tu ejemplo, tu lucha y tu bonhomía.



Querido Álvaro, la política es una impagable escuela de adjetivos. Unos, los aprendes a medida que la rumorología precede a compañeros que aun no conoces. Otros, nos descubren facetas insospechadas de quienes creíamos que lo sabíamos todo. Así, nos adentramos por el bosque de esas palabras que nos describen sin compasión. Al principio, caminamos a tientas entre los recién llegados. Aquí se nos aparece uno como persona valiente, otro como ingenioso, otro más como culto o feliz. Al cabo de poco descubrimos al atento, generoso, entusiasta, exigente. Luego, con el desparpajo de la confianza, aparecen los que, en tono grueso, describen, al gruñón, mentiroso, malicioso, fanfarrón, zopenco o insolente majadero.


Y llegados aquí ,y ya puestos, los más lustrosos, los del relumbrón, pasaron del adjetivo al sustantivo hasta convertirlo en categoría y nos colocaron en el primer lugar de los TOP Ten, a nosotros, los Herejes. Al calor de ese lugar privilegiado pudimos compartir refugio y protegernos de las inclemencias de adjetivos en los que no nos reconocíamos. Pero el vendaval no pudo ocultar la presencia de un gran adjetivo siempre omitido, el gran ausente en toda conversación política, infrecuente hasta el olvido. La palabra escondida nos llegó de la mano de quienes te han tratado, Álvaro, y que es la palabra que han elegido para describirte. Esa palabra es el adjetivo BUENO. Nada más, ni nada menos. Gracias Álvaro por hacerle un hueco a una palabra tan lejana a la política en estos tiempos. Que suerte haber tenido el privilegio de estar en tu mismo barco. Una nave que nunca dejará de surcar los mares de las ideas con tu recuerdo, el de un hombre bueno y por eso mismo excepcional y, por eso también, extraordinario. Desde donde estés, no olvides nuestra aventura que ya no ha de suponer ningún misterio para ti, aunque lo siga siendo para nosotros. Si encuentras la manera, no dejes de chivarnos. Una vez recuperados del susto, jeje je, te seguiremos estando eternamente agradecidos por hacernos ver un poco de luz en medio de tan tremenda oscuridad. Buen viaje y los mejores deseos para que, por fin, veas realizados tus sueños más queridos. Un gran abrazo para tu familia a la que acompaño en el dolor de tu despedida. Hasta siempre en el amanecer.

      Pilar García Jáuregui

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