¿Por qué le llaman Justicia si sólo es un cachondeo?

En estos últimos días se está escribiendo/hablando profusamente sobre la Justicia en España, mejor dicho, sobre la forma en que se interpretan las normas y leyes por nuestros jueces, los únicos que pueden hacerlo. Para ser justo, tengo que matizar, la forma en que se interpretan las normas y leyes por "determinados jueces". Lo cierto es que de lo leído en la prensa e internet (blogs y foros), esos "determinados jueces" no salen nada, pero que nada, bien parados.

No dudo que en todos los estamentos de la judicatura habrá jueces cuasi perfectos, jueces comprometidos con lo que debe ser su función de administrar Justicia, jueces petardos, jueces corruptos, jueces hiperpolitizados, etc. Pero no es descabellado pensar que en los más altos estamentos de estos tribunales y órganos judiciales, cabría esperar encontrarnos a los más capaces o, al menos, con una gran concentración de éstos.

Pues visto lo visto y oído lo oído, esperemos, por el bien de los españoles, que los nivel de excelencia profesional que se traslucen en los altos tribunales –Constitucional, Supremo, Audiencia Nacional, y superiores de justicia autonómicos–, no sirvan como referencia del clímax alcanzable por la profesionalidad del resto de la clase judicial, abogados incluidos.


Con ser muy graves, las actuaciones del brutal Baltasar Garzón –y sin hablar de su memorables "instrucciones"–, no son lo peor de lo que podemos observar, ya que, en mi opinión, la palma a la ineficacia profesional se la llevan en el Tribunal Constitucional y, muy principalmente, su Presidenta, Mª Emilia Casas.

Somos muchos los españoles que pensamos que la actuación del Constitucional respecto al recurso sobre el Estatuto de Cataluña, no olvidemos que bajo la tutela de la señora Casas, es más creíble en la "bolivariana y bananera" Venezuela del cacique Chávez que en un estado de derecho europeo. La tardanza y el "choteo" de marear tanto la perdiz (ahora la sentencia es inminente, ahora se aplaza), según he leído, llevan más de mil trescientos días con este show.

Tenemos aceptada como normal alegoría representativa de la Justicia a una dama con una balanza en una mano y una espada en la otra, aunque ésta no siempre aparezca en sus representaciones, pero la característica más importante es que lleva los ojos cegados por una venda alrededor de su cabeza. Pues bien, parece que no siempre fue así. Existen abundantes representaciones de la Justicia con los ojos descubiertos. Considerando esta disparidad y teniendo en cuenta que nada es gratuito, es de suponer que frente a nuestro tradicional concepto de una justicia ciega, cuya ceguera no garantiza la igualdad, sino extravío y ofuscamiento, existe una interpretación más analítica, certera y transparente de la Justicia.

En buena lógica, el siguiente paso sería cuestionarse si el velo
en los ojos de la Justicia es para garantizar la igualdad de todos ante ella, lo que empiezo a dudar, o por vergüenza, para no ver lo que algunos hacen en su nombre.

Desde mi desconocimiento de los entresijos legales, pero con todo el derecho para opinar, celebrar, discrepar o criticar las instituciones que son de todos, la acciones de los que las controlan y las consecuencias de sus resoluciones, pido al lector que reflexione sobre lo siguiente:

  • ¿Parece lógico y aceptable que parte de las mentes legales más reconocidas de España, necesiten casi cuatro años para, interpretando el texto constitucional, hacer justicia sobre el recurso contra el Estatuto de Cataluña?
  • ¿No sería más lógico pensar que la tardanza es motivada porque no se trata tanto de hacer justicia, aplicando las leyes, sino de pervertir la función de todo tribunal, haciendo política?
  • Aunque por esa lógica invocada, no parezca pertinente, no debemos soslayar la improbable, pero posible, incapacidad profesional de los propios magistrados del Constitucional.
  • De no ser satisfactorio lo anterior, cabría pensar como motivo para tanto barruntar que, al margen de que la Justicia también lo pueda ser –según afirmó el Alcalde Pacheco–, lo que innegablemente se convertiría en un dramático cachondeo, por no decir una auténtica chapuza, sería la propia Constitución, si es susceptible de tantas y tan opuestas interpretaciones.
Como cada uno de nosotros tendrá su propia opinión, como indicación de por donde va la mía, diré que dictar justicia, sin basarla exclusivamente en las leyes y los hechos, es el más vil y cobarde servicio que un juez pueda rendir a la Justicia y a la sociedad que dice representar. Como consecuencia de ello, afirmo que:

  • Si un juez, no tiene los conocimientos necesarios para dictar una sentencia justa y en tiempo, debe renunciar.
  • Si un juez recibe presiones de otros jueces o políticos, tiene la obligación legal de denunciarlo, de lo contrario estará delinquiendo.
  • Si un juez se siente incapaz de resistir a las presiones directas o indirectas y le falta valor para denunciarlo, debe renunciar.
  • Si once jueces son incapaces de confluir, en casi cuatro años, en una sentencia justa, si no por unanimidad, al menos con una mayoría icuestionable, todos o parte de ellos, están haciendo política, en vez de justicia y, por tanto, incurrirían en perjurio.
  • Un juez del Constitucional no es un conciliador, su función se debe ceñir exclusivamente a interpretar y aplicar la Constitución con justicia.
Lo dicho, vamos a tener que pensar que el velo que se le pone a la Justicia es para que no se muera de vergüenza al ver lo que hacen algunos en su nombre.

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